Crónica en primera persona sobre el
Tetazo del martes 7 de febrero de 2017
en el Monumento a la Bandera, Rosario
Nota publicada en El Eslabón, edición 286,
Rosario, 11 de febrero de 2017
Siempre fui tetona. Mis tetas
hicieron explosión a los 10 años y a esa edad un chico de casi 16 me dijo algo
mientras pasaba en bicicleta. Por su tono violento creí que me había insultado.
Lo putié sin siquiera saber cuáles fueron sus palabras. Así empezó lo que para
mí se volvió cotidiano: las miradas y la catarata de cosas que me veía obligada
a escuchar sobre mis tetas a las que han llamado “pechuga”, “caja de
herramientas”, “alcancía”, amén de los “te chupo toda” y un infinito etcétera.
A los 12 años mis compañeros de escuela me decían Afrodita, por la robot
compañera de Mazinger Z. Escribí un poema sobre eso. Creo que mi libro “100
muñecas” me resilió de todo lo que atravesé durante la pubertad con relación a
mi cuerpo y los mitos del barrio, eso de que si sos tetona es porque alguno te
amasó las tetas como masas para el pan. Todo esto antes de los 14. Por eso la
palabra “tetazo” forma parte del vocabulario que me circunda, como parte del
universo de lo posible y realizable.
Selfie y atrás, las chicas preparándose
Una movida así es más fácil en la
masa de las grandes ciudades donde sos una más. En Rosario una movilización de
estas características implica asumir un grado exposición pública que se vuelve extrema
por la proximidad. Creo que el “tetazo” fue su expresión más alta: ¿Voy o no
voy? ¿Voy con remera? Me pongo corpiño ¿me lo saco? ¿sí o no? Que el trabajo,
que los jefes, que los compañeros de trabajo, que los amigos, los amigos de los
amigos y un largo etc que las mujeres evaluamos antes de desnudarnos el torso,
además del propio pudor ante la exhibición del cuerpo. Ni hablar si sos docente
y mucho más si lo sos en una escuela privada. Sumale los complejos que podamos
tener: teta chica, teta grande, teta con pelos, con estrías, con cirujías… y la
panza!
Llegué temprano al Monumento. Fui
con todo esto en la mente y en el cuerpo. También con incertidumbre: ¿Habrá
mujeres indignadas rondando? ¿Y hombres curiosos? Me acerqué al grupo de
organizadoras para saludarlas y también por sororidad, fue una semana fuerte
para ellas, de mucho trabajo y no se sabía si seríamos 20, 200 o 2.000. Un rato
después fui hacia la esquina del Concejo, donde me reuniría con amigas. Allí
presencié escenas diversas de varones que iban al Monumento a “curiosear” y “a
ver minas”. Un hombre de unos sesenta años que había estado diciéndome cosas,
se paró junto a mí, lo miré a la cara, directo, sin expresión determinada pero
firme. No me dijo nada más y cruzó la calle. Cuando saludé a un camarógrafo amigo
los “curiosos” eran ya una turba evidente entre las mujeres que empezaban a
llegar. Mis amigas se demoraban y yo quería ya ir a hacer número para que otras
se animaran a entrar al patio cívico. No estaba sola, empezaba a encontrarme
con más y más mujeres que conozco de diversos espacios: la literatura, la facultad,
la familia, laburos, amigos en común, activismo. Primero me saqué la remera y
me quedé en corpiño. Al rato llega una cumpa con sus tetas en bodypainting y me
da fuerzas para quedarme en piel, en tetas.
Llegan las mujeres de mi tribu, mis amigas, ninguna se saca la remera. No era condición hacerlo para estar ahí. Trajeron unos carteles alucinantes: “La teta que alimenta nos hace libres” “Quiero caminar sin miedo por ser mujer” “Mi cuerpo, mi decisión –lactancia, aborto, parto respetado, topless”.
De espaldas, Lala Brillos, conductora y co-organizadora del evento junto a Majo Gerez. Adelante, junto a la multitud, Carla Saccani, también organizadora del Tetazo en Rosario.
Foto: Eva Wendel
Bailamos, nos cuidamos y pusimos garra. Las organizadoras nos invitaron a subir al escenario con otros grupos y todas nos pusimos a cantar con las mujeres de “No somos basura”. Termina la canción y empezamos a bajar del escenario cuando veo a una mujer mayor subiendo con dificultad ayudada por otras, con una mano levanta su camisa y descubre su único seno, el izquierdo. Con la otra mano sostiene una foto de Milagro Sala sobre el seno ausente. La miro y la acompaño. Siento que si hay motivos para estar ahí en tetas, uno es mi hija. Otro, es ella. No la conozco, no sé su nombre ni cuántos años tiene. Todos tenemos alguna historia con el cáncer y todas tenemos alguna historia con el dolor y la opresión sobre nuestros cuerpos. Pensé en mis tías que murieron de aquello que a ella la había mutilado. La ví sonreir mientras mostraba su cuerpo. La abracé mucho. Le dije lo hermosa que es y le agradecí. Ella me dijo: “Gracias a ustedes”
Llegan las mujeres de mi tribu, mis amigas, ninguna se saca la remera. No era condición hacerlo para estar ahí. Trajeron unos carteles alucinantes: “La teta que alimenta nos hace libres” “Quiero caminar sin miedo por ser mujer” “Mi cuerpo, mi decisión –lactancia, aborto, parto respetado, topless”.
Con pancartas, Alicia Salinas,
María Petraccaro y
Julia López Barraza
Foto: Valeria S.
De izq. a der., Vanesa Maceroni, Alicia Salinas, María Petraccaro, Mariana Catalin, Julia López Barraza y yo. Foto: Valeria S.
Aquí las mismas en selfie con los ojitos de Valeria S.
De espaldas, Lala Brillos, conductora y co-organizadora del evento junto a Majo Gerez. Adelante, junto a la multitud, Carla Saccani, también organizadora del Tetazo en Rosario.
Foto: Eva Wendel
Bailamos, nos cuidamos y pusimos garra. Las organizadoras nos invitaron a subir al escenario con otros grupos y todas nos pusimos a cantar con las mujeres de “No somos basura”. Termina la canción y empezamos a bajar del escenario cuando veo a una mujer mayor subiendo con dificultad ayudada por otras, con una mano levanta su camisa y descubre su único seno, el izquierdo. Con la otra mano sostiene una foto de Milagro Sala sobre el seno ausente. La miro y la acompaño. Siento que si hay motivos para estar ahí en tetas, uno es mi hija. Otro, es ella. No la conozco, no sé su nombre ni cuántos años tiene. Todos tenemos alguna historia con el cáncer y todas tenemos alguna historia con el dolor y la opresión sobre nuestros cuerpos. Pensé en mis tías que murieron de aquello que a ella la había mutilado. La ví sonreir mientras mostraba su cuerpo. La abracé mucho. Le dije lo hermosa que es y le agradecí. Ella me dijo: “Gracias a ustedes”
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